Ciudad Perdida, Santa Marta, Colombia

El turismo florece en la Ciudad Perdida

No hay mejor ejemplo de cómo el turismo puede impulsar con éxito una región castigada por las circunstancias políticas y sociales, emergiendo como un nuevo destino turístico. El impacto positivo del turismo regenerativo en una región a menudo se extiende mucho más allá de la economía local, ya que puede fomentar la preservación cultural, generar oportunidades de empleo y promover la restauración de la infraestructura. Además, el florecimiento de un destino turístico puede llevar consigo un renovado interés en la historia, tradiciones y gastronomía de la región, lo que contribuye a la valoración y protección de su patrimonio. Esta transformación demuestra el potencial del turismo como agente de cambio positivo, capaz de revivir y fortalecer comunidades en situaciones adversas.

Este es el caso de la Ciudad Perdida Teyuna, enclava en la Sierra Nevada de Santa Marta, es un sitio arqueológico de la civilización Tayrona que data del siglo IX. Fue redescubierta en la década de 1970. Pero, lamentablemente, durante las siguientes décadas la región sufrió la violencia del conflicto armado colombiano. A partir de los años 80, el auge del narcotráfico y la presencia de grupos ilegales afectaron gravemente la zona. El frente paramilitar Resistencia Tayrona, con base en El Mamey (punto de partida del camino), llegó a reclutar a más de 1.200 hombres y controló la cuenca del río Buritaca durante los años más intensos del conflicto. La ausencia del Estado permitió que la guerra y economías ilegales penetraran la Sierra: en los 90, extensos cultivos de coca y laboratorios ilícitos proliferaron en la región, dominada por actores armados al margen de la ley.

En este contexto de violencia, el patrimonio arqueológico de Ciudad Perdida también estuvo en riesgo. Se llevaron a cabo saqueos y se profanaron tumbas en busca de objetos de valor. Más tarde, la propia violencia armada tocó directamente al turismo: en septiembre de 2003, guerrilleros del ELN secuestraron a ocho turistas extranjeros que realizaban la caminata hacia Ciudad Perdida, manteniéndolos cautivos durante 100 días. Este hecho traumático prácticamente paralizó el incipiente turismo en la zona y reafirmó la peligrosidad del área en aquel entonces. Muchos pobladores locales dependían de economías ilegales para subsistir, pues la guerra había cerrado otras oportunidades.

De la guerra a la paz: turismo regenerativo

Finalmente, en 2006, tras intensos y decisivos enfrentamientos internos, el bloque paramilitar de la Sierra se desmovilizó como resultado de los acuerdos establecidos con el gobierno. Este proceso fue precedido por contundentes operaciones de erradicación de coca y severos choques armados en 2001, que provocaron el desplazamiento de aproximadamente 9.000 personas de la zona. Es en este crucial momento que se inicia el proceso de paz.

A medida que la Fuerza Pública recuperó el control territorial, la seguridad mejoró y renació la posibilidad del turismo. De hecho, la Ciudad Perdida, que había estado cerrada por seguridad tras el secuestro de 2003, reabrió sus puertas a los viajeros en 2005 bajo vigilancia militar. Desde entonces, un destacamento del ejército mantiene presencia permanente cerca del sitio arqueológico, brindando seguridad; en la misma Ciudad Perdida reside un Mamo (autoridad espiritual Kogui) con su familia, lo que garantiza también el respeto y control tradicional sobre el lugar

El apoyo a la Comunidad y al Desarrollo Turístico cuando intervienen el sector público, ONG y empresas privadas pueden rescatar un lugar hundido por el conflicto armado para florecer y desarrollar territorios para el turismo y la paz. El Estado colombiano ha impulsado distintas iniciativas que buscan consolidar el acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP).

 Existen programas como “Turismo, Paz y Convivencia” y “Seguro te va a encantar”, liderados por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y que buscan generar oportunidades para las comunidades locales en los territorios afectados por el conflicto armado. Como pilotos de este proyecto se escogieron la cordillera de la Macarena en el Meta, el Camino Teyuna en la Sierra Nevada de Santa Marta, el Valle de Sibundoy y Mocoa en Putumayo, y el Urabá Darién entre Antioquia y Chocó.

Con esta iniciativa, el gobierno de Santos Calderón (2010-2014 y 2014-2018) impulsó una reforma tributaria en la que se proponen ciertos beneficios exentos de tasas para el posconflicto y que favorece, entre otros, a empresas turísticas que buscan establecerse en las zonas más afectadas por el conflicto armado.

El objetivo principal es preparar al sector turístico en un contexto de paz, integrando las regiones que han sido víctimas del conflicto armado a un mercado turístico inclusivo que brinde opciones a las comunidades locales, transformando escenarios de guerra en territorios de paz a través de la práctica de un turismo consciente y más sostenible con el apoyo de entidades territoriales, gremios, empresarios turísticos y academia.

La firma del Acuerdo de Paz con las FARC en 2016 consolidó la seguridad y elevó la imagen internacional de Colombia. Desde entonces, diversas antiguas “zonas vedadas” se han transformado en atractivos destinos turísticos.

Esta acción ha hecho aparecer otros criterios imprescindibles para el impulso económico: el empleo local y personas que se ven alentadas como emprendedores locales para crear negocios como el ejemplo de Wiwa Tours, que destaca por ser una agencia de viajes que se especializa en tours y excursiones de aventura con guías indígenas nativos de cada destino donde operan. Es una empresa regentada por indígenas locales que gestiona el turismo en la Sierra Nevada de Santa Marta.

En 2019, el programa Turismo, Paz y Convivencia, que incluye departamentos como Magdalena, fue galardonado en la feria internacional FITUR con el Premio al Turismo Responsable, un reconocimiento al impacto positivo de estas iniciativas en la construcción de paz a través del turismo.

Crecimiento del turismo y participación de la comunidad local

Con la paz llegaron los viajeros. El renacer turístico de Ciudad Perdida ha sido gradual pero contundente. En 2005 apenas unos centenares de aventureros se animaban a realizar la travesía.

El proyecto se desarrolló en conjunto con las autoridades tradicionales y las fundaciones WIWA y KEMAKUMAKE KUDZHESHI,en el año 2008. Se lleva a cabo en un esfuerzo por controlar y administrar el ecoturismo dentro de los territorios indígenas de esta zona y restaurar la armonía y autonomía en sus tierras ancestrales. Éste es un modo de encaminar el turismo hacia una actividad sostenible y comunitaria, en la que los propios indígenas participen en la actividad turística sin perder sus antiguas costumbres y tradiciones, contribuyendo así al desarrollo socioeconómico de las comunidades indígenas y campesinas.

El turismo y la participación de las partes público-privadas de un destino son enfoques innovadores para el sostenimiento de las comunidades.

En el 2014 se registraron unos 9.000 visitantes, en su mayoría extranjeros. Desde entonces el flujo se ha multiplicado: CorpoTeyuna,la corporación local de turismo comunitario, calcula que en 2015 llegaron 13.833 turistas, y en 2019 la cifra alcanzó 27.435 visitantes, un crecimiento del 100% en cuatro años.

Quien antes empuñaba un arma ahora tiene un palo de senderismo

Actualmente, el cien por cien de la operación turística está en manos de las organizaciones locales: excombatientes, campesinos e indígenas. Solo se puede visitar la ciudad perdida contratando empresas autorizadas, quienes emplean gente de la zona y reparten beneficios de forma comunitaria. Además, todas las agencias operadoras deben aportar una cuota por cada turista a tres entidades clave: las comunidades indígenas, los campesinos locales y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). De este modo se garantiza el bienestar de las familias de la Sierra y la conservación del sitio arqueológico.

Actualmente, alrededor de 56 guías locales (muchos de ellos antiguos combatientes reinsertados) se han profesionalizado con certificaciones oficiales, y otros están en formación para atender la creciente demanda turística.

Estos guías y trabajadores locales de las siete veredas campesinas e indígenas eran jóvenes y exmiembros de grupos armados. De este modo, además de crear empleo, se ha facilitado la reintegración de más de 2.000 desmovilizados en el turismo del departamento de Magdalena, donde Ciudad Perdida se convierte en una gran familia turística que reúne a indígenas, campesinos y víctimas, colaborando para guiar a los visitantes y proteger el entorno.

Sobre la Ciudad Perdida

Para viajar a Ciudad Perdida tendrás que recorrer senderos propios de la Sierra Nevada de Santa Marta antes de llegar a la magnífica obra creada por los antiguos Indígenas Tayronas. Es un trekking de 4 a 5 días que se vende en paquetes incluyendo guía, alimentación, alojamiento básico, seguro y transporte.
La Ciudada Perdida ha sido comparada muchas veces con las ruinas arqueológicas de Machu Picchu en Perú, por ser una urbe construida por los indígenas antes de la época de la conquista (es decir que es una obra prehispánica).

Para cuidar el entorno en Ciudad Perdida, se ha establecido la política de “No dejar rastro”, que exige a los turistas llevarse su basura. En los campamentos se ofrecen contenedores y baños ecológicos, y se recomienda usar jabón biodegradable y filtros de agua para evitar contaminar los ríos. Las comunidades realizan limpiezas del sendero y es importante respetar la cultura indígena, donde los guías piden a los visitantes que soliciten permiso para fotografiar a los indígenas y respeten áreas sagradas. Los turistas también pueden conocer a un Mamo, quien realiza rituales de limpieza espiritual, enriqueciendo la experiencia y reafirmando el papel de los Hermanos Mayores en la protección de la Sierra.
Actualmente en la Sierra Nevada de Santa Marta viven 4 comunidades indigenas diferentes, descendientes de los Tayronas quienes conservan su dialecto, cultura y tradición: Kogui, Wiwa, Arhuacos y Kankuanos.


Sierra Nevada de Santa Marta

La Sierra Nevada de Santa Marta fue declarada Reserva de la Biosfera de la humanidad por la UNESCO en 1979, la Ciudad Perdida se encuentra dentro de sus estribaciones.

La Ciudad Perdida fue declarada monumento nacional y es un destacado recurso turístico por su contenido y belleza, Además, es un eje crucial del Etnoturismo en Colombia. Habitada por los Tayronas durante más de 500 años, la ciudad se extinguió con la llegada de la conquista española. Los descendientes de los Tayronas, (los Kogui, Wiwa, Arhuacos y Kankuanos), protegen y habitan en armonía en la Sierra Nevada de Santa Marta. Consideran a la Ciudad Perdida Teyuna como el corazón del mundo y un punto de conexión cultural entre las antiguas culturas indígenas.

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El treking a la Ciudad Perdida se desarrolla por un sendero que recorre el valle del río Buritaca, compuesto principalmente por bosque tropical húmedo. El clima es cálido y húmedo, con posibles lluvias no pronosticadas, barrizales y áreas resbalosas, así como presencia de insectos. La región es habitada por campesinos e indígenas, y las instalaciones donde te alojas y comes pertenecen a estas comunidades. El sendero forma parte de la estrategia turística del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo para desarrollar destinos afectados por el conflicto, garantizar su sostenibilidad y empoderar a las comunidades locales.

Cabe destacar que este sitio se encuentra dentro del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta y es considerado sagrado por las tribus indígenas de la región. Por esta razón, es crucial implementar medidas de turismo sostenible para garantizar que la afluencia de visitantes no impacte negativamente a las comunidades locales.

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En suma, Ciudad Perdida se ha establecido como un modelo de turismo responsable en escenarios de posconflicto. Pasó de ser un territorio marcado por la guerra y vedado al mundo a convertirse en un destino de trekking de renombre mundial, gestionado de manera comunitaria y sostenible. Sus senderos son ahora recorridos no por actores armados, sino por viajeros que, guiados por las comunidades locales, se sumergen en la riqueza natural e histórica de la Sierra Nevada y contribuyen activamente a su preservación. Cada paso en el antiguo camino tayrona es un poderoso testimonio de reconciliación: la selva que antes escondía miedo ahora abraza la paz, y los guardianes milenarios de Teyuna (indígenas y campesinos) comparten con orgullo su hogar sagrado con el mundo, asegurando que nunca más se pierda.

Vista de la Ciudad Perdida

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